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viernes, 12 de junio de 2015

Algo más sobre "Cartas desde la tierra", de Mark Twain

Hace unos días os traía unos párrafos de la novela Cartas desde la Tierra, de Mark Twain. Estoy disfrutando tanto de su lectura que no me puedo resistir a traeros otra página. Es lo más lúcido, ingenioso y desfachatado que he leído en mucho tiempo:

"Sem estaba preñado de anquilostomas. Es asombroso el estudio tan exhaustivo y completo que el Creador ha dedicado a la ímproba tarea de hacer desgraciado al hombre. Os he contado que había concebido un agente aflictivo particular para cada detalle de la estructura del hombre, sin descuidar ni uno solo, y es la verdad: por ejemplo, muchos pobres tienen que andar descalzos porque no pueden comprarse zapatos, y el Creador ve en ello una oportunidad. Os diré de paso que siempre está pendiente de los pobres. Nueve décimas partes de sus mórbidos inventos han sido pensados para ellos, y les llegan; a los ricos solo les llega lo que sobra. Y no creáis que hablo a la ligera porque no es así. La gran mayoría de los inventos que el Creador ha ideado para causar desdicha han sido especialmente diseñados para perseguir a los pobres. Es fácil de ver si pensáis que uno de los nombres más sutiles y  más usados por el púlpito para referirse al Creador es "amigo de los pobres", cuando ninguno de los cumplidos que el púlpito hace al Creador contiene jamás, bajo ninguna circunstancia,  un vestigio de verdad. El enemigo más implacable e incansable de los pobres es su Padre que está en los Cielos. El único amigo verdadero de los pobres es el propio hombre, que se compadece y se apiada de ellos y lo demuestra con sus actos. Hace mucho por aliviar sus aflicciones, y en cada caso es el Padre que está en los Cielos quien se lleva el mérito.
Es precisamente lo que ocurre con las enfermedades. Cuando la ciencia extermina una enfermedad que Dios ha estado explotando, ¡el mérito se lo lleva Él, y todos los púlpitos prorrumpen en raptos de agradecida propaganda que ensalzan su bondad ilimitada!... Sí, ha sido Él. Puede que haya tardado mil años, pero eso no es nada; el púlpito afirma que lo venía pensando todo ese tiempo. Cuando la humanidad, exasperada por una tiranía de largos años, se alza contra ella y, derribándola, libera una nación, lo primero que hace el púlpito, jubiloso, es proclamarlo obra de Dios y exhortar al pueblo a caer de rodillas y profesarle su agradecimiento. Y advierte con admirada emoción: "Que sepan los tiranos que el Ojo que nunca descansa les observa, y que no olviden que la paciencia del Señor nuestro Dios  no es infinita, y que el día señalado se desatará sobre ellos el huracán de su ira".
Olvida mencionar que es lo más lento que existe en el universo, que más le valía dormir a ese Ojo suyo que nunca duerme, habida cuenta de que tarda un siglo en ver lo que cualquier otro ojo vería en una semana, y que en toda la historia no se ha dado un solo caso en que una idea noble se le haya ocurrido a Él primero, sino que siempre las tiene al poco de que otro las haya pensado y puesto en práctica. Después llega Él y se apunta el tanto."

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