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martes, 7 de enero de 2014

"L'Odeon, 605", de Eloy Tizón


"Qué me traerán los días grises, los días color dinero, sucios e imperativos. Me traerán algo de dolor, placer, miedo y vergüenza, o solo más de lo mismo, o solo un poco de nieve, o un olor aplastado de carne y almacenes. Qué me traerán las semanas, su ruido de almanaque, un susurro de hojas de calendario desparramándose, la taza de café en la cocina demasiado al borde de la mesa, siempre a punto de volcarse, el chapoteo furioso del lavaplatos, nadie a quien saludar: “Buenos días”. Qué me estará esperando en el futuro, ahí fuera, la ciudad, unas cuantas esquinas, las formas del destino dibujadas con la misma rotundidad que un cajero automático. Me esperan gotas de tinta y esperma, sudor leve, un salero inclinado, tiendas de colchones y felicidad. Felicidad a ratos. Las fechas están marcadas. Los nombres han sido dichos. Los sobres, desgarrados con urgencia, dejan ver un interior de escritura. Los edificios son altos. La amargura deja paso a periodos de calma, de fe, de repentino coraje y ganas de vivir la vida tal cual es, sin eufemismos. Me esperan días llenos, días borrosos, días de ver muchas caras y días de no ver a nadie, y estar solo y comer sobras, como creados adrede para dar puntapiés a una lata de sardinas. Si acaricio un animal, se vuelve de madera ante mi vista. Veo la cara del cartero, siempre la misma cara, una cara suave, de dientes ocupados y ojos de sello. Casi todos mis amigos o no existen o están muertos o en la cárcel. Vendrán fines de semana con aspecto de anuncio de calcetines, o de perfume caro, o de sopa de legumbres, y avenidas con cines en cuyas marquesinas resplandece un vaquero del Oeste con un látigo, un bebé gigante, platillos volantes procedentes de otras galaxias. El tiempo es un animal herido hecho de material inflamable. La lenta arena de los días, su música.

2. Hay días en que sales a la calle y solo ves cojos. O mancos. O ciegos. O señoras embarazadas. O niños con un parche para corregir el ojo vago. Todo el día lo mismo, sin variaciones. Se supone que el ojo vago es el otro, el que no cubre el parche.

Ella me prometió que volvería pronto, que no tardaría mucho en regresar, que la esperase aquí, en este hotel, en este mismo cuarto. Que sería una separación breve, un viaje corto, eso dijo ella, de cuatro o cinco días, una semana a lo sumo. Dijo que no me impacientara, que me telefonearía ella en cuanto pudiese, no siempre es fácil, a veces las líneas están saturadas, ya sabes. Me pidió que por favor no la presionara, que bastante presión tenía ella ya encima con todo esto, y yo no la presioné en absoluto ni quise recordar aquello, para qué, mejor no mencionarlo. Que no me olvidara de pagar el alquiler del cuarto ni de recoger la ropa de la lavandería. Que regara las plantas en su ausencia (pero no teníamos plantas). Metió sus cuatro cosas en la funda de una guitarra y se marchó al aeropuerto temprano, sacudiendo la melena, antes de que amaneciera."

Os ofrezco el arranque de un espléndido cuento publicado el 13 de diciembre de 2013 por Eloy  Tizón en el suplemento El Cultural del diario El Mundo. En el link lo encontraréis completo. 

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