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viernes, 31 de agosto de 2012

Una tarde en Malasaña


En pleno agosto en Madrid hace un calor que caen los pájaros, y la ciudad sería absolutamente insufrible si no fuera porque la mayor parte de los madrileños salen huyendo, las calles se vacían de coches y los barrios respiran un sosiego perezoso que me encandila. Así que agarrada a una botella de agua una tarde camino desde mi casa, calle Fuencarral adelante, hasta el barrio Maravillas, más conocido como Malasaña, una de las zonas más deliciosas de Madrid y escenario de mis andanzas recién conquistada mi libertad, a finales de los felices y tumultuosos años setenta.












Entonces fue el centro de la movida madrileña y hoy sigue siendo lugar de referencia para artistas, músicos, gente "guapa" y progres de toda la vida, aunque se ha convertido en una zona cara, repleta de boutiques "vintage" y tiendas de diseño.












Manuela Malasaña fue una heroína del levantamiento del 2 de Mayo, festejado en la Plaza del mismo nombre que veis arriba a la derecha, presidida por una estatua de Daoíz y Velarde, líderes de la revuelta. La plaza sigue siendo un lugar muy agradable, rodeada de terrazas donde buscar la sombra y leer u observar a los parroquianos. Así lo hago, pero enseguida mi texto de Monterroso queda olvidado sobre la mesa y me dedico a cotillear. Frente a mi una pareja, ella una joven de color con el pelo teñido de rubio, vestida con esos trapos que por fuerzan deben ser carísimos, toda estilo y poses, junto a un chico con una cinta verde en el pelo y sandalias de playa. Otro grupo, menos vistoso, disfrutan de sus cervezas algo más allá. Tienen aspecto de turistas, dos de ellos muy rubios con la piel abrasada por el sol. Dos barrigudos, uno con camiseta de tirantes, ambos fumadores de puros y todo el aspecto de sentirse satisfechos de sí mismos, no pierden de vista a las turistas, y comentan entre risas la jugada.












Sigo mi paseo. La Vía Láctea, arriba a la izquierda. Aquí viví momentos inolvidables. El Rey Lagarto, en la calle de la Palma, un lugar fantástico para escuchar buena música.






















Recorrer estas calles fuera del horario comercial te permite disfrutar del espléndido trabajo que los grafiteros, con permiso de los comerciantes, han hecho en cierres y fachadas. En algunos casos se publicita el negocio, como en el bar Diplodocus donde, si te fías de lo que reza el anuncio, puedes conseguir leche del animalito; o Pinta en Copas, donde te ofrecen una pieza de barro para que la decores como quieras mientras tomas una copa. Luego ellos se encargan de su cocción y, en unos días, la tienes lista. Un encanto de barrio.

4 comentarios:

  1. Gracias por el paseo, me ha encantado el barrio.

    Abrazos.

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  2. Me has recordado algun paseo de tarde de Agosto por Madrid, y me ha venido a la mente una tarde calurosa de ciudad desierta y profunda depresion personal en que ante mis pies cayo muerta una paloma blanca. Madrid me ha dado momentos maravillosos y otros no tanto, pero siempre la añoro. Un abrazo.

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