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jueves, 30 de junio de 2011

"Una judía americana perdida en Israel", de Sarah Glidden

Sarah Glidden es una joven judía americana a la que un día se le presenta la oportunidad de visitar Israel de la mano del programa Derecho de Nacimiento, una iniciativa de una fundación israelí que invita a conocer el país a judíos de otras partes del mundo. Aunque judía de nacimiento, Sarah se declara pro palestina y agnóstica, de manera que inicia el viaje con la prevención de sufrir un acoso de propaganda partidista. Y aunque sus temores resultaron infundados, la experiencia se tradujo en un viaje introspectivo, que le obligó a replantearse convicciones y prejuicios . "Para ser sincera, lo único que se puede hacer es constatar la enorme complejidad del conflicto", declara en una extrevista al diario El País. "Es algo mucho más complejo que la imagen que dan del mismo los grandes medios de comuniación, que lo han convertido en un espectáculo. No se trata de un juego en el que haya buenos y malos. Tras el viaje entendí que era imposible extraer una conclusión. Además dar por concluido un punto de vista te cierra las puertas a seguir aprendiendo".

Fruto de esa experiencia es este comic, Una judía americana perdida en Israel, presentado en Madrid hace unos días. No he tenido aún la oportunidad de leerlo, pero dicen los expertos que es más que notable. El tema me interesa, y el punto de vista de alguien capaz de replantearse sus convicciones, también. Veremos.

El unicornio de porcelana



Un emotivo corto, dirigido por KeeganWilcox

miércoles, 29 de junio de 2011

Chema Madoz, fotografía conceptual

No hace demasiado tiempo que descubrí la obra de Chema Madoz, desde luego bastante después de que, en el año 2000, le fuera concedido el Premio Nacional de Fotografía. No fue en una exposición, sino en un libro que un amigo enamorado de sus imágenes colocó ante mis ojos. Desde entonces rastreo sus fotografías.


















Me resulta fascinante el poder evocador que Madoz imprime a sus objetos, la suma de significados que obtiene con su manipulación, su capacidad para convertirlos en metáforas.















A partir de sus imágenes se podrían componer discursos, soflamas, poemas. Porque su simplicidad invita a todas las complejidades.















Estos días Madoz es de nuevo noticia porque la organización de PhotoEspaña le ha concedido el premio Bartolomé Ros "en reconocimiento a la originalidad de su obra y la solidez de su trayectoria, con un lenguaje conceptual y enormemente sugerente".

martes, 28 de junio de 2011

Temple Bar, Frank Ghery, adiós Dublín


"Si realmente amas
algo y lo posees
entonces no importa de qué se trate
si crees que lo merece.
Sólo somos cuidadores de
las cosas que tenemos."

Estas palabras forman parte de un texto más amplio que descubrí en una placa adosada a una de las casas georgianas de Patrick Street. Me despido de Dublín y ya la añoro. Lugares como el Temple Bar, una zona joven y bullanguera entre Dame Street y el río Liffey, llena de galerías de arte y pubs. El domingo comimos allí, en una terraza, rodeados de tenderetes de libros, escuchando la música en directo que se escapaba de los pubs circundantes.


















Una pareja interpretaba canciones irlandesas en el pub que os muestro a la izquierda, The Quay's, atestado de gente. Pero de esta zona, el que más me gustó fue el Oliver St. John Gogarty, también con música en vivo cuando entramos a tomar una Ginness. Hasta la bandera, y nunca mejor dicho, de parroquianos.














Termino con el Liffey. Las ciudades con río tienen algo especial. La imagen que os muestro a continuación está tomada muy cerca de Temple Bar y, la que abre este comentario, casi en el extremo opuesto, ya cerca del mar. Merece la pena llegar hasta allí para contemplar el Samuel Beckett Bridge, construido en 2009, muy cerca del maravilloso Centro de Convenciones de Dublín, firmado por Frank Ghery. Un contrapunto perfecto para una ciudad inolvidable.

Ver más sobre Dublín.

lunes, 27 de junio de 2011

El Joyce Centre

El profesor Dennis J. Maginni, uno de los personajes secundarios del Ulises, dirigía una escuela de baile en el 35 de North Great George's Street, al norte de Dublín, no muy lejos del número 7 de Eccles Street, donde tenían su domicilio Leopold y Molly Bloom.

















De la casa de los Bloom no queda nada más que la puerta, conservada en este edificio convertido hoy en el James Joyce Cultural Centre. Pero os puedo mostrar la calle, abajo a la izquierda.












La casa que alberga el Centro fue construída en 1784 para el conde de Kenmare, y conserva unos preciosos relieves realizados por Michael Stapleton. Me emociona pensar que Joyce la conoció, que subió por estas escaleras y entró en estas salas, en una de las cuales estos días expone una fotógrafa japonesa una colección de imágenes inspiradas en su obra.













Aquí se conservan un conjunto de biografías de unos cincuenta personajes del Ulises basados en dublineses reales, y una recreación del dormitorio de Joyce y su mujer, Nora Barnacle, a la que había conocido en 1904, siendo ella camarera en el Hotel Finn's, y con la que tuvo la primera cita el 16 de Junio de ese año, fecha elegida para ambientar el Ulises y en la que se celebra el Bloomsday en Dublín, tal como os conté en una entrada anterior.

















Sé que se trata de una recreación, pero esta habitación me fascina. En algún sitio leí que Joyce trabajaba a menudo en su cama, rodeado de este desorden, con la algarabía de sus hijos alrededor.













Libros, cuadros, retratos, ropa de niños, papeles ... un desbarajuste muy atractivo, y una tentación casi insoportable para alguien como yo que consigo, tras heroico esfuerzo, no alargar la mano y llevarme algo de recuerdo.

Ver más sobre Joyce y Dublín.




















domingo, 26 de junio de 2011

Pasear Dublín


Creo que una ciudad solo se conoce caminando, mezclándote con la gente, adquiriendo su ritmo. Durante este fin de semana no he hecho otra cosa. Caminar Dublín es una delicia, incluso bajo la llovizna. Como no disponía de mucho tiempo, he renunciado a visitar monumentos a favor de las calles, los parques, los pubs y las terrazas.













Desde las preciosas casas georgianas de Merrion Square, con sus puertas de brillantes colores, sus escaleras de servicio y sus balcones de hierro forjado, donde vivieron personajes ilustres como Daniel O'Connell o poetas como W.B. Yeats, que veis sobre estas líneas, hasta las encantadoras calles de los alrededores de Grafton Street, como la que os muestro abajo a la izquierda (creo recordar que se trata de Chatham Street). Casas georgianas señoriales vecinas de las victorianas, no menos encantadoras, como la que os muestro a la derecha.













Sentí no conocer la fantástica biblioteca del Trinity College, pero la cola para entrar me hizo desistir. Sin embargo paseé entre sus edificios, me introduje en la zona reservada a los alumnos y pude imaginar la convivencia en el lugar donde estudiaron Samuel Beckett y Oliver Goldsmith. Por allí deambulaban algunos alumnos, ataviados con una capa negra que me recordó la que usaba Harry Potter en las novelas de J. K. Rowling.













Me encantó St. Stephen's Green, tan querido para Joyce, y sentí no poder tumbarme en la hierba, empapada la tarde que lo paseamos. Pese a la lluvia, grupos de jóvenes charlaban atechados bajo la frondosidad de los árboles. Los mirlos se paseaban empapados por los lindes de los caminos, su negro plumaje brillante de lluvia. En el estanque, junto a patos y cisnes, descansaban las gaviotas.












Sí me dio tiempo a visitar St Patrick's la mañana del domingo, cuando estaba a punto de comenzar la misa y las campanas repicaban llamando a los fieles. Campanadas alegres y limpias, frente a la sombría solemnidad de las que se escuchan en otras iglesias. Un coro de niños ensayaban los cantos dentro del recinto, y allí estuve un rato, escuchándoles. Preciosa catedral, tan parecida y tan distinta a las nuestras. En frente, al otro lado del jardín, un conjunto de espléndidas mansiones.












Imprescindible dar un paseo a la orilla del Canal, ver reflejarse en sus aguas casas y árboles y, como no, recordar las alusiones que Joyce ha dejado en sus relatos. Una delicia.

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sábado, 25 de junio de 2011

The Brazen Head



The Brazen Head es el pub más antiguo de Dublín y, seguramente, el que tiene más sabor. Llegamos atravesando toda la ciudad hasta la orilla del Gran Canal, al sur de la catedral de San Patricio y del barrio vikingo, del que, a excepción del castillo, quedan escasos vestigios. Merece la pena acercarse hasta Bridge Street y disfrutar un rato del enorme encanto de este lugar.













Edificado sobre una taberna de 1198, se ha documentado que en 1613 sus propietarios eran Richard y Eleanor Egan, aunque no es hasta 1754 cuando adquiere la forma actual. Lo visitamos una mañana soleada que invita a sentarse en el antiguo patio de carruajes y disfrutar de una cerveza al sol. Como en las calles de toda la ciudad, los balcones se adornan con macetas cargadas de campanillas de colores. El interior se abre en varias salitas cuyas paredes están recubiertas de madera oscura, cuadros, fotografías y estantes con libros. Esta vocación literaria es común a la mayoría de los pubs dublineses. En una de ellas, entre las mesitas, un ataúd apoyado en la pared. Mi muy deficiente inglés me impide enterarme del motivo por el que han colocado aquí tan extemporáneo objeto.













Según la leyenda, el nombre del pub proviene de una medalla de bronce o latón, realizada en el siglo XIII por el fraile y filósofo Roger Bacon, que representaba una cabeza capaz de contestar a todas las preguntas que se le formularan y predecir el futuro. The Brazen Head fue frecuentado por revolucionarios como Robert Emmet, Wolf Tone, Daniel O'Connell y Michael Collins, y por escritores como Brendan Beahan o James Joyce, que hace referencia a él en un capítulo del Ulises, "Eumeo":"You got a decent enough do in The Brazen Head for a bob".

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