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lunes, 31 de mayo de 2010

Preludio Tristan e Isolda. Richard Wagner



Ayer escuché, en el Auditorio de Madrid, una interpretación colosal de este precioso Preludio, a cargo de la Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por el extraordinario Daniel Harding. Además, Aerial, de Hk Gruber, y la Sinfonía num. 7 de Dvorak. Un concierto portentoso.
Aquí os ofrezco a
Zubin Mehta dirigiendo a la Bayerische Staatsoper en el teatro Nacional de Munich.

sábado, 29 de mayo de 2010

La obra pictórica de Nguyen Thanh Binh




Nguyen Thanh Binh es uno de los pintores más interesantes del panoraba artístico vietnamita. En su obra predomina la figura humana, generalmente femenina, en actitudes de la vida cotidiana, aunque también siente predilección por el mundo de la danza. Unas obras con gran carga poética, de gran sutileza en su ejecución, envueltas en una luz tamizada que les otorga un aire onírico, de ensoñación.

Nos encontramos con su obra en distintos momentos del viaje a Vietnam. En Hanoi, en el hotel dónde nos alojamos, colgaban varios grandes formatos en las paredes del hall, y tanto en esta ciudad como en Saigón vimos su obra reproducida por los pintores aficionados en sus pequeñas tiendas, al lado de Hoper, Magritte, Liechestein o Botero. Una galería "seria" mostraba un precioso cuadro suyo en el escaparate. Entramos y preguntamos el precio. Cerca de 3.000 dólares.

En el nuevo Vietnam capitalista ¿encontrará comprador?.

http://www.binhstudio.com/index.aspx
http://www.thavibu.com/vietnam/nguyen_thanh_binh/VIE502.htm

Annie Leibovitz para Lavazza



















Estas son algunas de las fotografías realizadas por Annie Leibovitz para el calendario que todos los años realiza la firma de café Lavazza. En esta ocasión el leit motiv es la ciudad de Roma y sus símbolos: la Loba capitolina, la Fontanna di Trevi y el puente de Sant'Angello, sobre el Tiber, con la cúpula de San Pedro al fondo. Un maravilloso trabajo, como todos los de esta artista.

viernes, 28 de mayo de 2010

Te recuerdo Amanda. Victor Jara

Te extraño. Diego el Cigala

Amaury Pérez. Diario



Mi canción

Silvio Rodriguez. Con diez años de menos


Imprescindible

Phnom Penh
















Phnom Penh es una ciudad deliciosa, situada estratégicamente en la confluencia de los ríos Mekong y Tonlé Sap. Quizá sea la capital de Campuchea, como ellos denominan a Camboya, la ciudad más europea del sudeste asiático. Aún conserva las grandes avenidas, los bulevares, y las preciosas casas de su época colonial, en diverso estado de conservación. Pero es indudable que estamos en Asia. Este bullicio, el desorden en el que vive la ciudad, la constante algarabía de bocinas y motos que van y vienen como en Hanoi o en Saigón. Y los mercados, con su peculiar olor, mezcla de todos los olores, donde puedes encontrar desde tarjetas de memoria para la cámara hasta calcetines, desde productos de limpieza hasta caracoles, todo mezclado.
Para los franceses Phon Penh fue la joya de la corona.

La tradición dice que debe su nombre al de una dama que vio un día flotando en el río un tronco con cuatro pequeñas estatuas de Buda. En la única colina que destaca en la planicie de la ciudad fundó la primera pagoda de lo que seria luego la ciudad de Phnom Penh. "Phnom" en lenguaje khmer significa "colina" y "Penh" era el nombre de la aristócrata. Merece la pena visitar la pagoda, con sus coloristas imágenes y sus ofrendas.

Pasear por la ciudad. Por alguna razón que desconozco, Phnom Penh está llena de monos correteando por todas partes. Trepan por árboles y fachadas y entran en las casas donde roban, además de comida, todo objeto que llame su atención. Parecen no temer ni a viandantes ni a coches o motos. Sólo llaman la atención a los pocos turistas con los que nos encontramos.

Y en el Museo Nacional de Phnom Penh descubro el deslumbrante arte khmer, un conjunto de piezas escultóricas provenientes de los templos de Angkor, en la selva camboyana. Las esculturas representan a los dioses Shiva y Vishnu, a reyes y emperadores jemeres, a danzarinas. Una belleza.

jueves, 27 de mayo de 2010

Bill Viola. "The Lovers"



Este es uno de los trabajos de Bill Viola que pude ver hace unos meses en Madrid. Para mi gusto sigue siendo el mejor artista de videoarte. Sus obras siempre me sobrecogen, me inquietan, y perduran en mi retina. Tienen misterio y poesía, y mucho talento.

Nuit Blanche, de Arev Manoukian



"Nuit Blanche" es el título de este cortometraje, realizado por el canadiense Arev Manoukian en un ordenador personal normal, que ha conseguido el Primer Premio en la sección de Animación de la última edición de Ars Electronica. Merece la pena.

Navegando por el Mekong


En una pequeña barca recorremos el río Rach Ngong, uno de los afluentes del Mekong, hasta el mercado flotante de Cai Rang. Seguimos en este delta exuberante, dulcísimo. En las orillas, racimos de palafitos de uralita, algunos, los menos, de madera y hoja de palma, con sus pequeños patios delanteros en los que tienden la ropa, amontonan palanganas e incluso corretean las gallinas. Un niño de poco más de un año está sentado en la parte delantera de su vivienda, a varios metros de altura, con las piernas colgando sobre el río. Un adolescente sostiene en una mano un gallo pequeño al que acaricia con la otra entre los ojos. El gallo parece hipnotizado. Cuando pasamos muy cerca de su casa el joven se vuelve a mirarnos, y ese gesto despierta al animal, que se revuelve inquieto. Inmediatamente el chico concentra su atención de nuevo en él, recorre su cola con la mano y vuelve a acariciarle con un dedo la cabeza. El gallo se sumerje de nuevo en el letargo. Algo más alla, una anciana jarrea un balde de agua sobre sus pies, y se los frota. Poco después, una mujer joven lava ropa en la orilla del río. Se siguen sucediendo los palafitos. Los plataneros, cocoteros, buganvillas, y un árbol con unas preciosas flores blancas, con forma de campana y un olor extraordinario (creo que es la flor emblema de Laos) parecen tratar de engullirlos.

El mercado tiene lugar en el propio río. Agricultores de la zona llenan sus lanchas de los productos que cultivan y los llevan a un punto concreto, donde las familias y los minoristas van a adquirirlos. Barcas cargadas de frutos y hortalizas: piñas, sandias, plátanos, mangos, nabos, boniatos. Un enjambre de barcas, un colorido extraordinario. Entre ellas, se mueven las canoas, con el remero de pie en un extremo, avanzando ayudándose de una pértiga con la que empuja. Algunos niños corretean en las barcas. Los intercambios comerciales se suceden. Desde una de ellas nos ofrecen unas piñas, las pelan con una rapidez y maestría envidiables. Se acerca una barquita, dentro una mujer de mediana edad me sonríe y llama mi atención sobre unas grandes cacerolas de aluminio en un hornillo, delante de ella. Esta cociendo fideos de arroz. Me ofrece. Acabo de desayunar y rehuso, y ella, sin dejar de sonreir, camina hacia el borde de la barquita, se pone de pie, agarra las pertigas y con una enorme destreza da marcha atras y se va, serpenteando entre las barcas de mayor tamano. La vida bulle. Me fijo en los pies de la gente. Muchas uñas enfermas, pequeñas, parecen hundidas en la carne. Pies fuertes, morenos, útiles. Sonrío, me sonríen.

Una aldea Cham, tambien junto al río. Los cham son una etnia vietnamita que reinó en este país durante mucho tiempo y perdieron sus tierras frente a los Viet, del norte. Ahora la población se ha reducido a algo más de ochenta mil miembros y se concentra en una pequeña área del centro de Vietnam. Aquí, en el Delta del Mekong, sobrevive alguna aldea.

Saltamos de la lancha a una pasarela de madera sobre el río, una especie de puente colgante sobre troncos de mangle, estrecha (debemos ir en fila india). Algunas pequeñas barcas a ambos lados, donde viven varias familias. Delante de nosotros, cinco niños de entre cuatro a siete años se tiran al agua, ríen, nadan, juegan. Nos saludan agitando sus manos. En una barca veo a una mujer en cuclillas ante un hornillo, preparando la comida. Otra friega unos cacharros en el río. Las barcas parecen ancladas en la tierra por el efecto de la planta tapiz que las rodea. Caminamos un poco hacia el interior y entramos en la aldea. Son palafitos de madera y palma, aquí las inundaciones se llevan todo por delante. Un grupo de chicos jovenes juegan a balón bolea, mujeres sentadas en cuclillas charlan, muchos hombres dormitan en hamacas, bajo las casas. Paseamos, los niños nos siguen. Se ríen.

Norma. Dueto entre Norma y Adalgisa



Hoy he escuchado, en el Teatro Real de Madrid, la ópera Norma en versión concierto, interpretada maravillosamente por las sopranos Violeta Urmana y Sonia Ganassi, y el tenor Francesco Hong. Aquí os dejo este dueto espléndido, interpretado por dos de las grandes.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El Delta del Mekong




El Delta del Mekong es una belleza. El río, uno de los mayores del mundo, se divide en dos al llegar a Laos, luego en nueve en Vietnam, y se subdivide en lo que ellos llaman "canales", que forman una red de hasta 3000 km. El bosque tropical cae literalmente al río. Navegamos primero en una barca por uno de los brazos del Mekong, dos km. de ancho, con islas en el medio, como en el Rhin. El viento riza la superficie del agua, y nos salpica. Nos envuelve un olor dulce y caliente. En la orilla, manglares, palmeras, cocoteros, plátanos, y una planta preciosa, de grandes hojas, que crece flotando en el agua y tapiza grandes superficies como una alfombra verde. Es tan tupida que las embarcaciones amarradas a la orilla parecen estar vadadas en tierra firme.

El río está muy transitado. Pescadores con sus redes, pequeñas barcas de transporte, como la nuestra, gabarras. Una de ellas transporta arena de los sedimentos del río, que un chico, con las piernas descalzas, humedece para que el viento no se la lleve, con agua que saca del río llenando un caldero, inclinándose sobre él desde el borde de la embarcación, en equilibrio inestable. Se entrevé entre los manglares tejados de palma seca. El olor es muy intenso, a bosque, a miel, a fruta.

Luego en una canoa por los canales que serpentean en el bosque. Dirige la embarcación una joven, casi una niña, de pie en el borde, sirviéndose de unos remos en forma de aspa. Va descalza. La canoa surca suavemente el río. Nos cruzamos con otras embarcaciones como la nuestra, generalmente dirigidas por mujeres. Algunas transportan niños, alguna anciana, frutas y hortalizas, enseres domésticos. Todas sonríen y saludan al pasar.

Desembarcamos y caminamos por pequeños senderos abiertos en esta tupida red vegetal. La vegetación parece querer aprisionarte, pero no se percibe como amenaza. Las chicharras cantan enloquecidas. Vuelan unas enormes mariposas negras, preciosas. Junto a los cocoteros y los manglares, tamarindos, papayas, mangos, piñas, plátanos. El olor se intensifica. Hace mucho calor, la humedad pega la ropa a la piel. Pero esta exuberacia resulta magnífica.

martes, 25 de mayo de 2010

Me basta así. Ángel González&Pedro Guerra



Si yo fuese Dios/y tuviese el secreto,/haría/un ser exacto a ti:/lo probaría/(a la manera de los panaderos/cuando prueban el pan, es decir/con la boca), y si ese sabor fuese/igual al tuyo, o sea/tu mismo olor, y tu manera/de sonreir,/y de guardar silencio,/y de estrechar mi mano estrictamente,/y de besarnos sin hacernos daño/-de eso sí estoy seguro:pongo/tanta atención cuando te beso-;/entonces,/si yo fuese Dios,/podría repetirte y repetirte,/siempre la misma y siempre diferente,/sin cansarme jamás del juego idéntico,/sin desdeñar tampoco la que fuiste/por la que ibas a ser dentro de nada:/ya no sé si me explico, pero quiero/aclarar que si yo fuese/Dios, haría/lo posible por ser Ángel González/para quererte tal como te quiero,/para aguardar con calma/a que te crees tú misma cada día,/a que sorprendas todas las mañanas/la luz recién nacida con tu propia/luz, y corras/la cortina impalpable que separa/el sueño de la vida,/resucitándome con tu palabra,/Lázaro alegre,/yo,/mojado todavía/de sombras y pereza,/sorprendido y absorto/en la contemplación de todo aquello/que, en unión de mí mismo,/recuperas y salvas, mueves, dejas/abandonado cuando-luego-callas.../(Escucho tu silencio./Oigo/constelaciones: existes./Creo en ti./Eres./Me basta.)
Ángel González

Un regalo

sábado, 22 de mayo de 2010

Lambarena. Bach to Africa



Un paréntesis. Entre tanta poesía, un brote de pasión. Un salto de Oriente a Africa, con esta maravilla ideada por Lambarena.

Thuy Son, la Montaña de Mármol
















Muy cerca de Danang, ciudad situada en la costa, en el centro del país, se encuentran las Montañas de Mármol, cinco afloramientos escarpados de este material que representan los cinco elementos: Thuy Son (Agua), Moc Son (Madera), Hua Son (Fuego), Kim Son (Metal) y Tho Son (Tierra). Thuy Son es la más espectacular.
A través de una escalera esculpida en el mármol accedes a la puerta Ong Chon, que aún conserva impactos de bala, y a la pagoda de Linh Ong. El lugar es precioso, muy arbolado, flores y estanques con nenúfares. Detrás de la pagoda hay un sendero que conduce a unos túneles. Te adentras en la montaña.
Como todos los lugares donde muchas generaciones han rezado a sus dioses, esta cargada de espiritualidad. La palpas. En el interior de la montaña se abren varias cuevas y grutas naturales, de morfologia curiosa, algunas espectaculares, a las que se accede a traves de una escalera esculpida en el marmol. Y en cada gruta un altar consagrado a Buda, con las esfinges sonrientes presidiendolas, rodeadas de ofrendas, flores, incienso, pequeños cacharritos con té o especias.
Bajando por un pasadizo se llega a la cueva de Huyen Khong, parecida a una catedral e iluminada por una abertura a cielo abierto. A veces el haz de luz ilumina directamente la figura de Buda, con un efecto mágico.

viernes, 21 de mayo de 2010

La Bahia de Halong


Entre la bruma, como si de una ensoñación se tratara, van dibujandose primero las siluetas, luego los cuerpos de unas masas rocosas, cubiertas de vegetacion, de formas caprichosas y diferentes tamaños, unas detrás de otras, salteadas, amontonadas, planos y planos de luz , una visión algo fantasmagórica. El junco va entrando en un mundo irreal. Solo rompe el silencio el ronquido sordo del motor y la algarabía de los pajaros. Bordeas islotes, vas sorteando escollos, algunos de más de treinta metros de alto, que siguen saliéndote al encuentro, te van rodeando, y te sientes en otro mundo. La belleza es sobrecogedora. Es un paisaje íntimo, indescriptible. Hay algunos lugares tocados por la mano de Dios: este es uno de ellos. Lo disfruté cada minuto con una intensidad extraordinaria, no me perdí nada, no dilapidé una sensacion. Lo interioricé con todas sus luces, cada momento del día, como se sumergió en la noche. Y la primera luz del día siguiente. Luego tuve que despedirme y me dolió como lo hizo despedirme de Petra, o del Wadi Rum, el desierto rojo del sur de Jordania. Algunos lugares te agarran el corazón para siempre. Yo sabia que me ocurriria con Halong. El Golfo de Tokin. No puede sonar más exótico. El mar de China. Desembarcamos en una playa y nos bañamos mientras se ponía el sol. Miraba a mi alrededor y no podia creerlo.
En las profundidades de la Bahía de Halong vive un monstruo marino, Tarasque. Emerge en contadas ocasiones, pero los lugareños creen a ciegas en su existencia y muchos aseguran haberlo visto. Se trata de un dragón acuático, responsable de la caótica formación de los tres mil islotes que conforman este mágico paisaje. Al golpear con su cola, la tierra se hundió en profundos valles. El mar dejó al descubierto sólo las cumbres. Ahora, sobre sus verdes aguas se deslizan juncos y sampanes como en un sueño.

Inolvidable Hanoi






















En Hanoi el tiempo parece haberse suspendido, a pesar de los grandes hoteles, los polideportivos y algunos grandes edificios que rompen de cuando en cuando el horizonte. Y una tenue neblina con la que amanece a diario abunda en esa impresión. Una ciudad antigua y elegante, pese a la pobreza con la que convives en cada rincón. Una vieja dama que aún conserva su aire señorial y una belleza decadente, una ciudad pausada, a pesar del caos y la vorágine, donde la gente convive, esto es, vive junta: en las aceras abundan los corrillos de personas charlando, bebiendo té, comiendo; los ancianos juegan al ajedrez o ven pasar la vida, los niños corretean descalzos. Hierven de vida las calles de Hanoi. Y huele a vida: a flores, a calor, a especies, ese olor dulce inolvidable.
Si levantas la vista, detrás de ese racimo de cables de la luz que cuelga de poste a poste y camina por todas las calles de la ciudad, encuentras un abigarramiento de carteles, balcones con ropa tendida y macetas de flores, jaulas de madera con pájaros, fachadas desvencijadas al lado de una construcción nueva, sin personalidad alguna; preciosas casas coloniales que se caen a pedazos, remachadas con piezas de uralita o trozos de madera colocados de cualquier manera. Me recuerda a La Habana. Esas casas hoy son talleres, tiendas, almacenes.
Hanoi, ciudad de contrastes. La ciudad de los lagos, con sus maravillosos jardines, sus preciosas pagodas, sus templos. El Templo de la Literatura, en la foto superior, un raro y bien conservado ejemplo de la arquitectura vietnamita, un remanso de paz entre tanto bullicio. Se fundó en el año 1070, dedicado a Confucio, para honrar a los eruditos y hombres de letras. La primera universidad del país se estableció en su interior, con el fin de educar a los hijos de los mandarines. En sus jardines o en el interior del templo es fácil olvidarse del mundo y volar unos siglos atrás.




jueves, 20 de mayo de 2010

Buenos días, Vietnam




El norte de Vietnam



El día 1 de mayo aterricé aquí, al norte de Vietnam, en Hanoi. En otro mundo. Treinta y tantos grados de temperatura, 90% de humedad. Huele dulce y caliente: a fruta muy madura, a orquideas, mimosas, jazmines, a tierra fertil. La gente nos sonrie al pasar, inclinan la cabeza al saludarnos. Hablan alto, con su surtido de monosilabos encadenados, a pequeños ladridos. Un mundo bullicioso y abigarrado, un caos funcionando en armonía. La belleza exquisita y sutil de jardines y pagodas rodeada de basura, polución y el sonido ensordecedor de las bocinas. La vida, en un desorden total, se afana bajo la mirada sabia y compasiva de Buda.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Saigon

Mientras escribo, en el hotel Caravelle de Saigon, veo a traves de la ventana esta imagen del hotel Continental. Sobre mi mesa, El americano impasible, de Grahan Greene. Lo he releído mientras ha durado mi estancia en Vietnam, acabo de terminarlo, coincidiendo con el final del viaje. En unas horas nos recogerán y emprenderemos el regreso a Madrid.
El cielo está encapotado, comenzará a diluviar enseguida.
He buscado el rastro de Grahan Green y de Fowler en el viejo café del Continental, que en gran medida continúa tal como era en los años treinta.
"Dejé una nota en la Legación pidiendo a Pyle que pasara por mi casa, y luego me fui a pie al Continental, para tomar algo". Fowler prepara la encerrona para que los vietminh detengan para siempre a Pyle.
Dice Fowler en otro momento: "Así es siempre: cuando uno se escapa del desierto, el silencio le grita en los oídos".
Dios libre a los fuertes de los débiles. Si te descuidas, acaban contigo. Del mismo modo Flower trato de preservar la vida de los vietnamitas librandoles de la inocencia de Pyle, capaz de hacer volar en pedazos a un bebé sin inmutarse. Efectos colaterales, sacrificios imprescindibles para alcanzar un bien superior. Dice Fowler: "La inocencia siempre solicita tácitamente ser protegida, cuando haríamos mucho mejor en precavernos de ella; la inocencia es como un leproso mudo que ha perdido su campana y que se pasea por el mundo sin mala intención".