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miércoles, 8 de septiembre de 2010

No estar al día

¡Basta! Comencemos por extirpar esa pasión mórbida por lo nuevo. Quizá en la investigación científica o tecnológica sobre la Naturaleza la innovación sea decisiva, porque aquí el conocimiento sigue un esquema de progreso, lo último hace prescindible en cierta medida lo anterior y, como dice la zarzuela, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad; pero donde lo que está involucrado no es la Naturaleza sino el Hombre, con sus preocupaciones por la comprensión del mundo y su insegura posición en él, la categoría del progreso no es explicativa; en estos negocios, podemos alegremente liberarnos de la servidumbre de lo nuevo, porque lo esencial permanece inmutable, interrogante, enigmático. Todo hombre culto tiene hoy en su casa una biblioteca al menos diez veces mayor que la de Montaigne (y la entera Biblioteca de Alejandría digitalizada y disponible en Internet). Con esta idea en mente, está en su mano pasearse por las mesas de novedades y, suspendiendo la racionalidad del mercado, decirse: "¡Qué grande es el número de libros que no necesito!". Para tomar conciencia del extraño destino del hombre, más importante que "lo nuevo" es la renovada meditación sobre "lo mismo" y la frecuentación de los autores que, aupados por una opinión unánime, mejor han expresado lo invariante de la condición humana.

Pero, huyendo de toda beatería y yendo aún más lejos, por una vez me abstengo de recomendar la intachable y socorrida vuelta a nuestros clásicos. Llegada cierta edad, a uno le sucede sentir, como a Fausto al comienzo del poema goethiano, que ya ha leído todos los libros y que la lectura, incluso la de un texto desconocido, es siempre relectura porque, acumuladas ciertas experiencias vitales, ha leído el libro de la vida y nada de lo humano le resulta absolutamente novedoso. Entonces lo esencial es ese otro "progreso hacia uno mismo", tan diferente del científico, y escribir las líneas del propio destino más que perpetuar el tintineo de las palabras prestadas, por ilustres que éstas sean.

Y al diablo con las novedades. Y, por encima de todo, no estar al día.

Javier Gomá Lanzón en su artículo No estar al día, publicado en Babelia, suplemento de cultura del diario El País, el 4 de septiembre.






El sentido común es el menos común de los sentidos

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