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martes, 7 de septiembre de 2010

La Bodeguita del medio. La Habana


La Bodeguita del medio no puede ser considerada un café, pero es un sitio tan singular, tiene tanto encanto que no puedo sustraerme a la tentación de traerla al blog. Es una taberna cutre, desvencijada como casi toda la ciudad. Y te enamora, como La Habana, como Cuba. Es pequeña. La gente se apiña alrededor de la barra, tanto turistas como lugareños, para tomar los mejores mojitos de la isla, a cuatro dólares en el año 96. Una fortuna, pero merece la pena.


Como veis en la foto, las paredes están cubiertas de grafitis y mensajes en todos los idiomas, firmas de la gente que ha pasado por allí, incluída la mía. Sobre ellos, fotografías enmarcadas de políticos, actores, cantantes, escritores- entre ellos García Márquez y el sempiterno Hemingway- en este mismo lugar, comiendo o bebiendo; dedicatorias enmarcadas- leo "Viva Cuba libre, Chile espera", firmado por Salvador Allende-; cientos de pegatinas y posavasos pegados en las paredes y tapizando los estantes, entre ellos una pegatina de Izquierda Unida; posters- descubro uno del Real Oviedo y otro del Sporting de Gijón-, mil objetos apelotonados. Abigarramiento total.


Un mulato fornido guarda la puerta. La taberna sigue abarrotada, voces en todos los idiomas y un aire de alegría flotando sobre nuestras cabezas. El mojito está fuerte, con su rama de hierbabuena aplastada. Delicioso. Así se prepara:



El interior del local está formado por pequeñas habitaciones por donde se distribuyen las mesas, junto a un pequeño patio. Las paredes, del suelo al techo, siguen siendo un enorme grafiti de firmas, mensajes, fechas y dibujos. Nos sentamos a cenar. En la mesa vecina, un español cincuentón, atractivo, comparte cena con un mulato muy joven. Les observo sin que se percaten. De repente, aprovechando que el español está distraído agachado, buscando algo en su bandolera, al joven cubano se le escapa un apoteósico bostezo. Se cruzan nuestras miradas y, viéndose sorprendido, me dedica una amplia y cómplice sonrisa. Leo en sus ojos un "ya ves" risueño.













La mayor parte de los comensales somos extranjeros. Se acerca una pareja de cantantes, él con una guitarra, a mayor gloria del turista. Aún así, cenar en La Bodeguita del Medio escuchando boleros no deja de ser un lujo.

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